Entrevista sobre las llamadas «especies invasoras»

Os reproduzco aquí una entrevista acerca de las medidas de carácter ecologista tomadas para la matanza de animales de especies foráneas considerados «invasores», a raíz del trabajo que la Fundación Equanimal ha llevado a cabo por este motivo, junto a otras organizaciones como Igualdad Animal y el Partido Animalista, PACMA. Este es un tema muy significativo, por el modo en el que muestra de forma clara las oposiciones entre antiespecismo y ecologismo. Por este motivo, el pasado mes de marzo tuvo lugar una protesta contra esta matanza frente al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente español, llevada a cabo por las organizaciones citadas arriba. Y con anterioridad un amplio abanico de organizaciones en defensa de los animales hicieron público un comunicado de repulsa ante esta medida (que podéis leer en distintos sitios, por ejemplo en este enlace, en este, o en este). En esta entrevista respondo a preguntas formuladas por Ramón Pedregal Casanova. La podéis ver también publicada en Crónica Popular, en Rebelión y en UCR, y en la propia web de Equanimal.

1. 11 de Noviembre de 2011, el Consejo de Ministros anuncia que va a aprobar por Real Decreto una lista de especies que el gobierno del PSOE considera «invasoras». Con ello se abre la puerta a la matanza de especies diversas, ¿qué ha pasado desde entonces? ¿nos puedes explicar el porqué de tal propósito?

Este Real Decreto (que podéis ver aquí), establece y regula el catálogo de especies consideradas “invasoras” en el estado español. Se aprueba en el marco de la estrategia europea acerca de especies invasoras (disponible aquí).

Entre los animales incluidos en este listado se incluye a los mapaches, ardillas grises, muflones, visones americanos, cotorras argentinas, tórtolas rosigris, malvasías canela, tortugas pintadas, galápagos americanos, codornices japonesas, ruiseñores del Japón, lucios, percas americanas, luciopercas, siluros, sapos marinos, ranas toro, y muchos otros.

Esta medida también afecta a los alrededor de 150.000 perros y gatos que son abandonados anualmente en España. También afecta a animales provenientes de granjas de explotación que hayan huido. Y también a los ejemplares híbridos de todos estos animales y los arriba citados.

Este decreto determina que el objetivo al respecto por parte de las administraciones públicas será su erradicación. Para un gran número de animales, lo que esto supone es, simplemente, su matanza. Y, de hecho, esta ya ha comenzado. Una breve mirada a la hemeroteca muestra algunos ejemplos de estas matanzas ya en marcha. De hecho, si bien algunas se han llevado a cabo con posterioridad a la aprobación de este decreto, otras se han venido llevando a cabo desde hace tiempo. Estas incluyen, entre otros casos, el exterminio de lobos hibridados con perros, o las medidas para acabar con las malvasías canelas,muflonesarruis (solo se permite que estén en una cierta zona para ser cazados allí) y otros vertebrados. En algunos lugares, como en la Comunidad Balear, ya se han establecido las medidas para poner en práctica estas matanzas en base a este decreto). En el futuro no cabe duda de que estas medidas se multiplicarán, con las consiguientes muertes de animales que conllevan.

El motivo de esta medida es doble. Por una parte, consiste en que estos animales transforman toda una serie de ecosistemas, desplazan a animales de otras especies o bien se hibridan con ellos. Por otra, se debe a que, en ciertos casos, debido a todo esto, la presencia de estos animales tiene un impacto económico negativo (una muestra clara de esta última motivación es que se exceptúan de esta medida los animales ubicados en Parques Zoológicos, para poder continuar con su explotación).

En el momento presente, el ejecutivo del PP acaba de anunciar que va a revisar dicha medida. No obstante, nuestro temor es que lo haga de modo que siga sin respetarse a los animales víctimas de él, y que lo que se haga sea, al contrario, defender ciertas formas de explotación animal como la caza, la pesca, las tiendas de animales, la ganadería, etc.

 

2.¿Cuál es vuestra propuesta frente al Real Decreto para matar?

Defendemos su derogación. En los casos en los que pueda haber animales afectados debido a que haya quienes quieran acabar con ellos por ser foráneos, abogamos por poner un freno a ello y porque se implementen medidas que respeten siempre a los animales, y que tengan como prioridad los intereses de estos. No nos oponemos por principio a que se tomen medidas, tanto en este caso como en otros que afecten a la situación de los animales. Lo que defendemos es que tales medidas se tomen en función de aquello que es positivo para los animales, y no en función de criterios ecologistas o económicos.

Los promotores de este decreto quieren a menudo pintar a quienes defendemos a los animales como unos ignorantes que desconocemos los argumentos ecologistas a favor de las matanzas de animales foráneos. Pero esto, por supuesto, no tiene nada que ver con la realidad. El hecho es que conocemos muy bien tales argumentos, pues obviamente este es un tema en el que trabajamos. Pero los consideramos moralmente inaceptables. El motivo es, simplemente, que al igual que nosotros, los animales también poseen la capacidad de sufrir y disfrutar, y, por lo tanto, un interés en no ser dañados ni matados.

A este respecto es importante destacar algo que resulta evidente. Los seres humanos tenemos un impacto en nuestro medio incomparablemente mayor que el de cualquiera de estos animales. No obstante, la matanza de seres humanos con este fin jamás sería aceptada. Y con mucha razón, pues por encima de cualquier supuesto valor medioambiental, ha de prevalecer el respeto por nuestros prójimos.

La cuestión aquí consiste en que los animales (o, para hablar con más propiedad, los animales no humanos) también son el prójimo, pues ellos también pueden sufrir y disfrutar. Por lo tanto, un buen modo de saber cómo actuar en este caso es ponernos en el lugar de los animales y pensar qué medidas querríamos defender en tal situación.

Es importante indicar que esta no es la postura exclusiva de una sola organización antiespecista. Por el contrario, es la que ha sido manifestada dentro del movimiento que se opone a la discriminación de los animales (lo que comúnmente se conoce como especismo). Varias organizaciones nos hemos movilizado ya contra este decreto, y se ha hecho público un comunicado conjunto de organizaciones de defensa animal, que podéis leer aquí.

 

3. ¿Cuál es la diferencia con organizaciones ecologistas que aprueban el Real Decreto? ¿Defienden la naturaleza, en este caso a los animales?

En defensa de este decreto se han unido organizaciones ecologistas y de organizaciones de explotación animal, en concreto, de pescadores (el comunicado conjunto en su defensa fue firmado por organizaciones como Unipesca, la Asociación para el Estudio y Mejora de los Salmónidos-Ríos con Vida, Greenpeace, Amigos de la Tierra o WWF). Esto se debe a que ven a los animales y solo como piezas de un ecosistema o como recursos a nuestro servicio que quieren mantener.

Parte de la sociedad todavía confunde a dos movimientos que difieren notablemente: el ecologismo y el antiespecismo. Estos hechos ponen de manifiesto las claras diferencias entre estos dos distintos movimientos. El ecologismo defiende el mantenimiento de los espacios naturales y las especies. Considera a los animales como parte del entorno que nos rodea a los humanos. El antiespecismo, sin embargo, no ve a los animales como una simple parte de nuestro entorno. Por el contrario, los ve como parte de nuestro propio grupo: el de los individuos, los seres que pueden sufrir y disfrutar. Por ello, defiende a los animales en tanto que tal.

El ecologismo defiende que se mate animales cuando ello beneficie a la conservación de un ecosistema o una especie, posición que no mantiene en el caso de los seres humanos. ¿Por qué? Porque no considera que los animales de especies distintas de la nuestra tengan intereses que tengamos que respetar. El antiespecismo considera que tal posición es una discriminación, una discriminación de quienes no pertenecen a nuestra especie. Por ello, aboga por respetar a los animales no humanos, tal y como defendemos que se respete a los seres humanos.

 

4. ¿Cuáles son los cambios fundamentales en nuestro entorno, a qué son debidos, quién es el responsable o los responsables, dónde deberían ponerse medidas y de qué tipo?

Nuestro entorno está cambiando constantemente, ello es algo inherente a la historia de los ecosistemas, que en la naturaleza están en continua transformación: se modifican, desaparecen, son sustituidos por otros… Hay animales que causan cambios en su medio, si bien ninguno lo hace, por supuesto, en la abrumadora medida en la que lo hacen los seres humanos.

Si nos ponemos a hablar de medidas concretas que deberían ser puestas en prácticas el listado sería extensísimo. Para resumir se puede indicar, más bien, cuáles deberían ser los criterios generales, las líneas básicas que deberían guiar tales medidas. Si rechazamos discriminar a los animales, las medidas a asumir deberían ser aquellas que tuviesen como objetivo la defensa de los intereses de todos aquellos animales que pueden sufrir y disfrutar. Si estos se encuentran en una situación en la que necesitan ayuda, estamos a favor de brindársela. De manera contraria, nos oponemos a que se intervenga no para ayudar, sino para dañarlos, por un interés económico, de cara a poder explotar a estos animales o porque se considere que dañar a los animales está justificado en pos de la defensa de los ecosistemas o las especies.

En el caso concreto al que ahora nos enfrentamos, desde el antiespecismo consideramos que es responsabilidad de quienes defienden estas medidas de control el desarrollar formas de hacerlo que no dañen a los animales, tal y como se haría en el caso de los seres humanos. Cuando lo que está en juego es la vida y el sufrimiento de los animales (sea de los considerados “invasores” o de otros), se ha de optar por medios que no impliquen nunca matar a los animales, y que busquen siempre evitar daños mayores. El ejemplo más claro de estas es el método que se sigue o se debería seguir en el caso de los perros y gatos, son las medidas destinadas a evitar que tengan descendencia.

 

5. ¿Los seres humanos somos animales «invasores» o no somos ni animales ni «invasores»? Sufrir, disfrutar, hasta pensar o formar algún tipo de sociedad ¿es propio solo de la especie humana?

Los seres humanos somos, por supuesto, animales. No somos minerales, ni vegetales, ni otros organismos u objetos. Somos animales. En cuanto a si somos “invasores”, esa es una cuestión que realmente desde posiciones antiespecistas podemos dejar de lado. Lo que sí que es necesario apuntar en cualquier caso es que no procede llamar “invasores” a animales de otras especies. La terminología usada cuando se habla de “especies invasoras” o “invasiones biológicas” distorsiona la realidad: estos animales se encuentran aquí en la práctica totalidad de los casos, si no en todos, debido a que los seres humanos los han traído. Eso ha ocurrido a veces por accidente, pero en gran parte de los casos, ha sido a propósito, como consecuencia de la explotación animal. Por ejemplo: muchos fueron traídos para ser liberados y luego cazados, o pescados; otros, para ser vendidos en las tiendas de animales; y otros, para ser explotados en piscifactorías.

En cuanto a la segunda cuestión, para poder sufrir y disfrutar es necesario poseer un sistema nervioso centralizado. Este es el motivo por el que las plantas, las bacterias o los hongos no sufren, aun cuando puedan reaccionar a ciertos estímulos: carecen de la estructura física imprescindible para ello. Sin embargo, un gran número de animales sí tienen un sistema nervioso y, por ello, la posibilidad de sufrir y disfrutar (lo que se llama también, ser sintiente). Esta no es exclusiva de los seres humanos. Los vertebrados, y un enorme número de invertebrados cumplen los requisitos para que consideremos que pueden sufrir y disfrutar.

En lo que respecta a la formación de algún tipo de sociedad, hay toda una serie de animales que son efectivamente son sociales, y llevan a cabo distintas tareas de colaboración entre ellos. No obstante, las organizaciones antiespecistas consideramos que esta no es una razón para respetarlos más que a otros animales que no tienen una forma de vida social. Consideramos, como se ha apuntado arriba, que lo que importa a la hora de ser respetado es simplemente que podamos sufrir y disfrutar. Teniendo esto en mente, podemos comprender por qué hemos de oponernos a la matanza ecológica de animales y a cualquier otra medida destinada a dañarlos, y por qué debemos seguir luchando en defensa de todos los animales sintientes.

5 comentarios sobre “Entrevista sobre las llamadas «especies invasoras»

  1. Si no protegemos los ecosistemas estos se perderán incluyendo las especies que la forman. Creo que es una justificación lo suficientemente importante para luchar contra especies foraneas que en escaso periodo de tiempo modificarán el medio y desplazarán a las especies autóctonas. Mantener la biodiversidad debe ser primordial para el Mundo porque cada vez que se pierde una especie desaparece un tesoro que nunca más lo podremos recuperar.

  2. Hola, para comentar esta cuestión copiaré y pegaré parte de otra entrada hablando de este tema que he subido aquí: http://bit.ly/HTWFLz

    Para poder examinar qué está implicado en este debate en último término la cuestión a examinar es la siguiente. Cuando intervenimos en la naturaleza, ¿cuál es exactamente el valor que queremos defender?

    Hay varios candidatos posibles, como por ejemplo (1) los intereses humanos; (2) la conservación de ciertos entornos, ecosistemas o genotipos; o (3) los intereses de todos los seres con la capacidad de ser perjudicados y beneficiados por poder sufrir y disfrutar. No hay razón alguna, en principio, para oponerse ni a los primeros ni a los segundos fines. El problema surge si su búsqueda va de la mano de la vulneración de los terceros. Consideremos la cuestión con detenimiento.

    En el caso de la defensa de los intereses humanos estamos ante un fin plenamente legítimo siempre y cuando no suponga frustrar intereses mayores poseídos por los animales de otras especies. Esto último no es justificable si rechazamos la discriminación de quienes no pertenecen a una cierta especie (el especismo).

    En el caso de la defensa de los ecosistemas, ¿qué podemos decir? Estos son sistemas compuestos por organismos vivos en una determinada área intereaccionando entre sí y con otros elementos bióticos y abióticos presentes en dicha área. No son seres sintientes, luego no tienen intereses propios. Los animales sintientes que viven en ellos sí tienen intereses. Podemos considerar, ante esto, que hay que conservar los ecosistemas para defender a los animales que viven en ellos. Pero si es así, si lo que hay que defender son los intereses de tales animales, no puede ser aceptable sacrificar estos mismos intereses de cara a mantener un cierto ecosistema en un cierto estado. Con ello estaríamos sacrificando el fin buscado para conseguir un medio supuestamente instrumental para tal fin.

    Puede utilizarse aquí un argumento distinto, y plantearse que, en este caso, si no se mata a los animales foráneos estos provocarán, directa o indirectamente, la muerte de más animales. Pero hay que tener en cuenta que, en realidad, la presencia de animales foráneos no tiene por qué suponer la muerte de más animales que su ausencia. Los animales nativos también provocan directa o indirectamente la muerte de otros animales, ya sea directamente, al agredirlos, o mediante la competencia por recursos escasos. En la naturaleza, al margen de la acción humana, el sufrimiento y muerte prematura de los animales es la norma. Ello se debe fundamentalmente a la predominancia de la llamada selección-r (http://www.science.siu.edu/zoology/sears/Pianka1970.pdf) en dinámica de poblaciones, que supone que la abrumadora mayoría de los animales que vienen al mundo mueren al poco tiempo (como se explica por ejemplo, aquí:

    “Debunking the Idyllic View of Natural Processes: Population oDynamics and Suffering in the Wild”: https://masalladelaespecie.files.wordpress.com/2012/02/debunkingidyllicviewhorta.pdf

    y aquí

    “Animal Liberation and Environmental Ethics: Bad Marriage, Quick Divorce”: http://hettingern.people.cofc.edu/Introduction_to_Philosophy_Fall_09/Sagoff_Animal_Liberation_&_Env_Ethics.pdf ).

    Por ello, la defensa de este argumento no puede plantearse con éxito argumentando que como resultado de la presencia de animales foráneos mueran más animales, pues no tiene por qué ser así. El número de animales que sufren y mueren continuamente en la naturaleza, que es inmenso, es el resultado de otras circunstancias totalmente distintas, fundamentalmente la indicada arriba (el seguimiento masivo de la selección-r). Es cierto que en las situaciones que en ocasiones son denominadas como de “invasión biológica” la selección-r resulta común entre los animales llamados “invasores”, pero ello no quiere decir que no se dé también habitualmente entre los nativos. Y ello sucede constantemente en los distintos ecosistemas, haya o no animales foráneos en los ecosistemas en cuestión. (De hecho, una preocupación sincera por la suerte de los animales llevaría a intervenir no para dañarlos, como en el caso de esta medida, sino más bien para beneficiarlos, a la luz de lo que muestra la dinámica de poblaciones).

    En realidad, la matanza de animales de origen foráneo se defiende comúnmente, por el contrario, porque como consecuencia de tal presencia puede dejar de haber animales con un determinado fenotipo o genotipo (o se reduce notablemente el número de estos). Esta es, de hecho, la lógica por la cual se mata por ejemplo a las malvasías canelas o a los lobos hibridados con perros. Las malvasías canelas no matan a las cabeciblancas, simplemente se aparean con ellas; los lobos hibridados no matan a los lobos sin hibridar, simplemente se aparean con ellos.

    Puede decirse, por otra parte, que la conservación de los ecosistemas es un fin en sí mismo. Como he indicado arriba, no hay motivo en principio para oponerse a dicho fin. Pero si este es buscado causando daños a los animales, entonces tenemos razones morales de peso para oponernos a ello. Esto lo defenderemos quienes consideremos convincentes las razones por las cuales lo moralmente considerable es la capacidad de sufrir y disfrutar, y no otras circunstancias. Los ecosistemas, como he apuntado, no son seres sintientes.

    Por otra parte, cabe apuntar otras objeciones al ideal conservacionista. Los ecosistemas están todo el tiempo en proceso de transformación. Cuando un ecosistema se transforma o desaparece, otro ecosistema (con más o con menos componentes bióticos) ocupa su lugar. Sobre esa base ha tenido lugar la historia natural; los ecosistemas actuales no son iguales a los que había hace 100.000 años, ni estos eran iguales a los de hace 1 millón de años. Los ecosistemas que existen en el mundo se han originado precisamente debido a las transformaciones previas que eliminaron ecosistemas anteriores (incluidas, por cierto, aquellas dadas por el hecho de que unos animales pasen de un lugar a otro; de lo contrario, no existirían los lemures en Madagascar ni las jinetas en la península ibérica —en este último caso, desde hace unos pocos cientos de años—). En sí mismo, ello no parece ser un problema. Pero si defendemos que lo que hemos de buscar es la permanencia inalterada de los ecosistemas en su estado actual, entonces, si fuésemos consistentes, tendríamos que intentar frenar la historia natural, pues esta está transformando continuamente los ecosistemas.

    Se puede indicar que en todos estos casos no es negativo que un ecosistema reemplace a otro, debido a que es un ecosistema generado naturalmente, y no por la acción humana. Pero esto trae nuevos problemas. A fin de cuentas los intentos restauradores de ecosistemas anteriormente vigentes son también resultado de la acción humana. Y lo eran también los propios ecosistemas que se intenta restaurar, que no eran los que existian antes de la llegada de los seres humanos. Y, sobre todo, resulta éticamente cuestionable, pues el hecho de que algo sea natural no hace que tenga que ser mejor, ni el que algo sea debido a la acción humana lo vuelve peor. Si tiene lugar un daño natural, como por ejemplo que alguien padezca una enfermedad mortal, es bueno eliminarlo. (Sobre todo esto recomiendo el artículo:

    «Killing Animals that Don’t Fit In: Moral Dimensions of Habitat Restoration» de Jo-Ann Sheldon: http://digitalcommons.calpoly.edu/bts/vol13/iss4/3/

    y quienes quieran leer más pueden ver también este otro trabajo:

    «The Ethics of the Ecology of Fear against the Nonspeciesist Paradigm: A Shift in the Aims of Intervention in Nature»: http://digitalcommons.calpoly.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1114&context=bts ).

    Puede también defenderse que un ecosistema determinado es mejor por ser más diverso. Pero de nuevo, el conflicto antes indicado surge aquí: ¿por qué es un valor en sí la diversidad? Yo al menos no tendría dudas a la hora de elegir si vivir en un infierno diverso o en un paraíso muy simple. Desde tal punto de vista, considerando la capacidad de sufrir y disfrutar como el criterio para reconocer cuándo alguien necesita ser moralmente considerado, la diversidad puede ser defendida, pero no a costa de dañar a seres sintientes.

    En realidad, esto es reconocido ampliamente cuando hay en cuestión interesese humanos, pues nunca se defiende la matanza de seres humanos para preservar los ideales ambientales conservacionistas arriba indicados. Esto muestra que aunque tales ideales sean tomados en serio, se considera que hay algo más relevante, que debe ser protegido muy significativamente: los intereses vitales de los seres humanos. Ahora bien: si rechazamos el especismo, tenemos que considerar que los intereses vitales de todos los animales sintientes son asimismo importantes. Está claro que hay acciones posibles que podrían defender fines ambientales. Una matanza masiva de seres humanos sin duda reduciría su impacto ambiental. Pero no consideramos justificable tal medida, porque supondría dañar terriblemente a tales seres humanos. Si rechazamos el especismo, esto nos da un un buen referente para saber lo qué tampoco resulta justificable hacer a otros animales sintientes.

    ¡Un saludo!

  3. Excelente, este articulo me remeció enormemente, ya que por mi profesión de médico veterinario, estaba convencido de que la opción correcta era erradicar mediante matanza a los animales invasores, ¿pero que pasaría si no se pueden esterilizar?

    Por otro lado y en relación al reiterado argumento de sufrir y disfrutar como criterio, sugiero la lectura del libro de Sandra Baquedano Jer: «Sensibilidad y Responsabilidad Socioambiental. Un ensayo de pesimismo autocrítico», donde se pone en tela de juicio la validez de dicho criterio, por nuestra imposibilidad de llegar a delimitar quienes sufren de quienes no, apelando al termino padecimiento holistico del resto de las entidades de la naturaleza. ¿Que opinara Oscar de aquello?

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