Estrategias y tácticas

El activismo dirigido a combatir el especismo tiene el objetivo de reducir las consecuencias que este tiene para sus víctimas en el mayor grado posible. Para lograr tal fin, podemos idear y seguir un plan determinado que considere que rumbo pueden seguir los acontecimientos en función de cómo actuemos o dejemos de actuar. Esto es lo que podemos llamar estrategia. Definida de modo amplio, una estrategia es plan de acción para la consecución de ciertos objetivos. Mediante la estrategia buscamos conseguir algo que haga que nuestro objetivo se cumpla. Ese “algo” que buscamos constituye nuestro objetivo estratégico. Ahora bien, la estrategia se tiene que poner en práctica en el día a día, y quizás en contextos distintos. Tal puesta en práctica puede tener distintos requerimientos, según el caso. Si nuestra estrategia pasa por comunicar una cierta idea a la opinión pública, puede que en un cierto momento lo mejor sea acudir a los medios de comunicación, en otro realizar un buzoneo, en otro convocar eventos públicos… La puesta en práctica concreta planificada de la estrategia en cada momento y contexto requiere que vayamos consiguiendo objetivos concretos puntuales. Para cumplir tales objetivos llevamos a cabo ciertas vías de acción también planificadas pero de carácter puntual, que juegan un rol causal en los distintos pasos necesarios para el desarrollo de la estrategia. Estas reciben el nombre de tácticas. La táctica tiene sentido, pues, siempre dentro de una estrategia. La estrategia es el plan general para la consecución de nuestros fines últimos, la táctica el plan concreto para cada paso dentro de tal diseño general.

Una cierta vía de acción puede ser utilizada como una estrategia si es empleada para conseguir directamente, mediante su puesta en práctica, los objetivos buscados. Pero esta misma vía de acción puede ser utilizada como una táctica si es empleada no para conseguir tales objetivos directamente, sino para poder desarrollar una estrategia distinta que a su vez sea la que consiga tales fines. Supongamos, por ejemplo, el caso del ejecutivo de una empresa poco conocida, cuyo objetivo es que esta gane dinero. Puede optar por una estrategia consistente en vender un producto A, muy popular pero con el que se obtiene poco beneficio o por un producto B, menos popular pero que proporciona ganancias mucho mayores. Imaginemos que en un determinado país A tiene una gran demanda. Entonces puede ser que la mejor estrategia sea dedicarse a su venta. Pero puede ser que en otro país A sea un producto popular, pero que no venda tanto, y que B dé más dinero. En tal contexto, vender A es una mala estrategia para conseguir el objetivo. El ejecutivo debe entonces optar por B. Ahora bien, puede ser que una buena táctica para conseguir poner en práctica su estrategia, consistente en vender B, sea conseguir que su empresa sea conocida. Y tal vez un medio de conseguir esto sea vendiendo inicialmente A. Si es así, vender A no es aquí realmente la estrategia, sino sólo una táctica. Vender B es la estrategia. Así, hay que distinguir estos tres niveles: objetivos finales, estrategias y tácticas. Es importante tener en cuenta que lo que determina la estrategia a seguir no son simplemente nuestros objetivos como tales, sino aquello que puede hacer que consigamos estos de forma más eficiente. En ciertos contextos, una cierta estrategia puede valer, en otros no. Por otra parte, puede haber vías de acción que constituyan pésimas estrategias pero óptimas tácticas puntuales para el desarrollo de otras estrategias.

Supongamos, por ejemplo (es una mera hipótesis), que quisiésemos acabar con la el uso de animales en laboratorios mediante stands informativos (buscando convencer en ellos al conjunto de la sociedad). Supongamos que tal estrategia lleva al fracaso porque no es posible acabar con tal uso de ese modo (no estoy afirmando ni negando en ningún momento que esto sea así, sólo suponiéndolo como un ejemplo). Supongamos, por ejemplo, que, sin embargo, los stands son útiles para aumentar la concienciación de ciertos sectores de la población sobre ese uso, para recabar apoyos, hacer contactos, etc (esto es, de nuevo, una mera hipótesis). Si esto fuese así, tendríamos que el despliegue de stands informativos no es una buena estrategia, pero puede constituir una muy buena táctica englobada en el conjunto de otra estrategia más amplia. Esto es un supuesto, insisto, con esto no pretendo defender ni criticar los stands ni decir nada sobre la lucha contra la experimentación con animales no humanos, puede que la realidad sea totalmente diferente, sólo intento ilustrar la cuestión.

Esto nos muestra la necesidad de no perder de vista la distinción entre procedimientos guiados por consideraciones tácticas y guiados por cuestiones estratégicas. Cada procedimiento que emprendamos tendrá sentido dentro del marco en el que se dé.

Un comentario sobre "Estrategias y tácticas"

  1. Establecer la estrategia en detalle, con todas las implicaciones, muchas veces requiere un compromiso con unos ideales, o, mejor dicho, requiere definirse respecto de las diferentes posibilidades que definen a un movimiento y es algo que muchas no se está dispuesto a asumir.

    Es más fácil afirmar, por ejemplo, que lucha contra el maltrato animal, o que se busca la liberación animal, que profundizar en ello e introducirse en las diferencias entre sentir VS libertad, entre bienestar VS libertad, proteccionismo…
    Definirse obliga y limita, aunque seguramente (es mi opinión) maximiza y posibilita la mayor eficiencia y la eficacia.
    Todo este rollo venía al caso del tema tratado porque no estoy seguro de que una actuación “por impulsos” (es decir, entre las diferentes posibilidades tácticas ir usando una u otra de forma aleatoria o en relación con algo que no establece pasos analizados en vistas de una estrategia – pasos aislados sin relación entre unos y otros -) o que sea por no haber usado las herramientas analíticas que existen en muchas otras facetas de la vida.

    Desde un objetivo sin una definición explícita de “qué se pretende conseguir exactamente” no sé si puede haber un “cómo lograrlo” definido y coherente.

    En fin, no sé si es o no determinante, o en qué grado. Pero sí que tengo la impresión de que influye, y a veces creo que mucho (otras no tanto).

    Por supuesto, hay una relación entre las diferentes facetas del “animalismo”. De hecho a menudo conocemos gente que ha pasado por ellas como en un camino por etapas hacia el veganismo.
    Y en general se asume una idea general que agrupa casi todas ellas (defensa, respeto, libertad, protección…) puesto que parece que el camino inicial es el mismo. Está tan verde el asunto que desde luego lo parece. Entonces ¿mejor definir una idea general y vaga? ¿O mejor definirse explícitamente dentro de las diferentes facetas?
    Señalaba Koke en el debate del artículo anterior que hay una especie de intención de “depurar” el movimiento.
    La parte positiva de esto parece evidente (si ocurriese). Pero la parte negativa también parece evidente. Y si lo que he afirmado arriba es cierto, entonces la falta de definición vuelve más deficiente el trabajo. Pero, en tal caso, la suma de todos los pasos deficientes ¿es más eficaz?
    Porque una cosa es volver más eficiente el trabajo interno, y otras, como señalabais, estar equivocado en el objetivo y volverse menos eficaz.
    Entonces ¿Es más eficaz dividir el camino según los diferentes objetivos creando grupos separados pero más eficaces (e incluso eficientes si se cumpliese la relación con que empezaba el comentario) o, por el contrario, es mejor la otra opción puesto que agrupa mucho más trabajo?

    Bueno, no sé si ha quedado claro lo que quería exponer y si está relacionado con el tema del artículo. A mi me lo parece, pero quizás lo haya interpretado erróneamente porque acabo de leer hace poco el debate anterior.

    Un saludo

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