El precio de la hostilidad en los debates en el antiespecismo

Recientemente he seguido unos debates acerca de una cuestión relativa a la estrategia a seguir por parte de quienes se oponen al uso de animales. Aunque mi interés en materia de estrategias no se reduzca a este fin, sino que se extienda a las vías de acción a seguir para combatir el especismo, el debate me pareció que tocaba temas relevantes, por la estrecha relación entre ambos objetivos.

Pues bien, el caso es que su desarrollo en seguida me trajo a la mente otras discusiones acerca de qué vía de acción resulta más conveniente seguir. Y ello fue así no sólo por el contenido de lo que vi que se estaba debatiendo, sino por el modo en el que estos debates tienen lugar.

En esta entrada voy a hablar de esto. En concreto, voy a comentar algo que es muy común en los debates entre antiespecistas: la hostilidad. O, si se prefiere, la falta de amabilidad. No me referiré con esto solamente a los casos en los que quienes debaten no se respetan entre sí. Apuntaré asimismo a aquellas situaciones en las que, aunque no se falte al respeto al interlocutor o interlocutora de turno, se le hable de un modo no amable, que pueda desagradar a este o esta. Situaciones muy comunes, en las que muchos y muchas hemos incurrido a menudo, por nuestra inmadurez, nuestra falta de vista o de capacidad.

Debido a que esta entrada es algo larga, la he incluido también en pdf, por si os la queréis descargar aquí:

El precio de la hostilidad en los debates en el antiespecismo

Una analogía

Alguna vez he leído que los activistas antiespecistas se deberían tratar mutuamente con consideración por los mismos motivos por los que estos mismos afirman que se debe tratar con respeto a los animales no humanos. Esta analogía puede que sea correcta, pero no es la que aquí voy a destacar. Hay otra que me gustaría poner de manifiesto que no apunta a razones morales, como en el caso que acabamos de ver (que puede que haya quien no comparta), sino estratégicas. Es una analogía muy sencilla, que os expongo a continuación.

Consideremos la lucha por difundir un modo de vida sin usar animales no humanos. Hay quien, a la hora de promover este, se dirige a la gente de manera agresiva, ofensiva. Los resultados que se pueden conseguir de este modo no es que sean muy pobres, sino que son normalmente negativos. Es peor que no hacer nada. El motivo no es difícil de adivinar. Es posible que haya a quien que le digan que es un asesino torturador e inmoral por usar animales le lleve a abandonar tal uso. Pero lo habitual es que no sea así en absoluto. Lo normal es que eso le lleve a reafirmarse en sus posiciones, a seguir utilizando animales y a no querer oir nunca más un discurso que cuestione dicho uso.

Ante esto, es común que la gente que trabaja en el antiespecismo intente transmitir su mensaje de un modo no agresivo, sino con buenas maneras, para conseguir que quienes nos escuchen no se pongan a la defensiva y rechacen lo que digamos ya de partida, sino que puedan tener una actitud receptiva.

Por este motivo, resulta enormemente chocante que se proceda de un modo radicalmente distinto cuando no nos dirigimos al público general, sino a quienes comparten nuestro punto de vista antiespecista (o, al menos, nuestra oposición a la utilización de los animales no humanos). Y es que hay un contraste muy llamativo entre las formas con las que se procede en cada caso. Cuando los antiespecistas debaten entre sí, se olvidan, de repente, de todo lo que tienen en cuenta cuando se dirigen a la opinión pública en general. Y se ponen a argumentan prescindiendo de cualquier miramiento o atención por las personas a quienes se dirigen.

Lo peor que podemos hacer si queremos convencer a alguien de algo

El motivo por el que el contraste al que acabo de apuntar es llamativo no es difícil de adivinar. Así como no vamos a convencer a alguien de que no use animales diciéndole que es un asesino, no vamos tampoco a convencer a nadie de que deje de poner en práctica una determinada estrategia o táctica ridiculizándolo, acusándolo de ser cómplice de la explotación de los animales no humanos o haciendo que se sienta atacado de otras maneras. Por el contrario, así como quienes utilizan a los animales se verán reafirmados en su uso al verse atacados, quienes siguen una determinada estrategia considerarán que la opinión de quienes los critican carece de valor alguna.

Lo más lastimoso de todo esto es que seguramente hay muchos y muchas que podrían abandonar el uso de animales si se les hubiese planteado la cuestión de otro modo, y que, sin embargo, no lo han hecho porque se les habló de modo agresivo. Y, del mismo modo, hay activistas antiespecistas que podrían cuestionar y cambiar sus estrategias o tácticas si se les presentasen de modo amable los argumentos para ello, pero que, al sentirse atacados o atacadas, no lo harán.

Así, la experiencia parece mostrar que debatir de modo amable constituye una condición prácticamente imprescindible para que nuestros argumentos puedan ser no ya aceptados, sino simplemente escuchados. Y es muy raro que alguien escuche realmente lo que se le transmite de forma desagradable.

Pensemos en lo que nos pasa en nuestro propio caso

Es muy fácil entender el modo en el que esto es así. Sólo tenemos que pensar, para verlo con cierta claridad, en que, al igual que nosotros y nosotras podemos tener una opinión formada acerca de qué vías de acción es mejor seguir, y podemos querer comunicarla a otra gente, también hay otra gente que tiene un punto de vista al respecto y nos lo desea transmitir. Y, pensemos, ¿cuál es nuestra reacción cuando alguien intenta ridiculizar lo que decimos, cuando nos responden de modo agresivo o simplemente cortante, cuando nos hacen acusaciones que consideramos hirientes? ¿Hace ello que lo que nos estén diciendo nos resulte más convincente? ¿Nos vuelve más receptivos o receptivas a aceptarlo? ¿Fomenta nuestra autocrítica y nuestra disposición a dejar de lado aquello que defendíamos y abrazar, en cambio, lo que ahora se nos presenta?

La respuesta, por supuesto, es que no. De sobra lo sabemos. Más bien sucede al revés. A no ser que tengamos serios problemas de autoestima, es algo que nos afecta psicológicamente, reduciendo nuestra disposición a aceptar lo que nos están diciendo. De hecho, hay a mucha gente a quien se la anula por completo.

Y no es de extrañar que así sea. Ya no sólo por el sentimiento de rechazo que nos despierta el que se nos trate de forma desagradable en un debate. Sino también porque, si cuando nos atacan, hieren y/o presentan como idiotas aceptamos lo que nos dicen, parece entonces que estamos también considerando aceptable que se nos ataque y se nos hiera, y admitiendo que somos, efectivamente, idiotas. Y la mayoría de la gente tiene, obviamente, una muy fuerte resistencia a admitir algo así. De hecho, no pocas veces ocurre que alguien lee una crítica a algo que ha expresado en la que se le ridiculiza y se ve convencido o convencida por los argumentos, pero, pese a ello, sigue manteniendo sus posturas iniciales sin variación por puro rechazo ante la ridiculización de la que ha sido objeto.

Muchas veces es como si no debatiésemos, o peor

Esto nos muestra la gravedad de la situación. Los debates acerca de cuál es la mejor estrategia y las mejores tácticas a seguir de cara a combatir el especismo y/o el uso de animales no humanos son muy, muy necesarios. Sin estos, nuestra capacidad de evaluar la eficiencia de las vías de acción que seguimos se ve notablemente disminuida. Y los debates llevados adelante con agresividad, pueden tener unos resultados no ya equivalentes, sino en muchos casos peores a los que obtendríamos si el debate se hubiera dado en absoluto. O sea que a menudo es como si no se debatiese, o aun peor.

Esto tiene algunos matices importantes, claro está. Incluso aunque al debatir sin amabilidad cerremos toda posibilidad de que nuestros interlocutoras o interlocutores acepten lo que digamos, quizás podamos convencer a terceros que contemplen el debate desde fuera. Pero tales efectos positivos podrían conseguirse igualmente sin proceder del modo indicado. Y, por otra parte, puede suceder también que estas terceras personas se vean espantadas ante nuestros malos modos aunque no nos dirijamos a ellas, y tengan una reacción parecida a la de quienes son el objeto de nuestra argumentación. También ellas rechazarán lo que digamos sin ni siquiera considerarlo.

Otras consecuencias indeseables

Por otra parte, hay que decir que este no es el único motivo para no debatir de modo desagradable con otros y otras activistas antiespecistas. Hay también otras razones. Una de ellos, quizás la más importante, consiste, simplemente, en que ello causa desagrado gratuitamente. El decir algo de forma hostil, cuando se podría decir de forma amable, no añade ningún tipo de información de utilidad al mensaje que se está transmitiendo. Es algo totalmente innecesario, pues. Y es algo negativo aunque sólo sea porque le agría la vida a los y las activistas (lo cual acaba siendo no sólo malo para ellos y ellas, sino también para el activismo que realizan). De manera que debería ser algo a evitar incluso aunque no tuviese otras consecuencias negativas (lo cual, como hemos visto, no es tampoco el caso: sí tiene otras consecuencias muy negativas).

Y además, es que los y las activistas con quienes disentimos no se merecen que les hiramos. No se merecen que les hagamos daño simplemente porque hayan llegado a la conclusión de que la mejor forma de ayudar a las víctimas del especismo sea hacer X en lugar de Y. Esto, obviamente, no quiere decir que no haya análisis mucho más completos y acertados que otros. Los hay, y por eso es tan necesario debatir, como he apuntado arriba. Pero la cuestión es que nadie se vuelve un ser moralmente reprobable por no haber sabido acertar en su análisis de la situación. Ni tampoco se vuelve necesariamente irracional por ello. La realidad a la que nos enfrentamos es muy compleja. Es comprensible, ante esto, que nuestros análisis varíen, y que algunos puedan equivocarse. Pero aunque nuestro análisis sea el correcto y las posiciones que defienden nuestros interlocutores equivocadas, ello no es una razón para creer que carezcan de capacidad de comprender las cosas. Simplemente, han cometido algún error de apreciación o análisis (si es que efectivamente son ellos quienes se han confundido). Esto es una razón para argumentar a favor de un análisis distinto y para intentar convencerlas de que cambien su posición, pero no para ridiculizar a estas personas, demonizarlas u ofenderlas.

¿Qué buscar al debatir?

En consecuencia, podemos plantearnos para qué debatimos. Podemos hacerlo, simplemente, porque nos gusta expresar lo que pensamos, o porque queremos hacer manifiesta nuestra antipatía por nuestros interlocutores. En ese caso, lo dicho arriba nos será indiferente. Pero supongamos que el motivo por el que queremos debatir es otro. Supongamos que lo que sucede es que alguien sigue un determinado tipo de estrategia o táctica y consideramos que sería mejor para los animales no humanos que siguiese otra vía de acción. Si esa es nuestra motivación, debatir con él o ella de modo amable es probablemente la única forma de conseguir que cambie de proceder. Si, en cambio, discutimos con unas formas que hieran o desagraden a esta o este activista, lo que conseguiremos será lo opuesto a los que buscamos. Estaremos, así, promoviendo aquello que consideramos que es menos positivo para los animales no humanos, que es que no cambie de vía de acción. En línea con lo indicado arriba, no sólo no lograremos convencerlo de que haga esto, sino que crearemos en él o ella una resistencia a hacerlo. Nuestros resultados serán peores, en este sentido, que si no hubiésemos hecho nada, que si no hubiésemos entrado a debatir la cuestión en absoluto.

Otros casos que nos pasan también factura

Me gustaría añadir que, además, esto no sucede solamente en lo que atañe al debate acerca de las estrategias y/o tácticas a seguir. Ocurre también en muchos otros casos en los que se dan diferencias de posiciones entre activistas antiespecistas. Esto se da de forma clara, por ejemplo, en lo que atañe a las relaciones entre las distintas organizaciones antiespecistas, o a las relaciones de las y los activistas dentro de una misma organización. Esto tiene una serie de consecuencias absolutamente nefastas para el movimiento. Causa mucho malestar entre la gente activista. Ocasiona un enorme gasto tiempo y energías en enfrentamientos. Erosiona las posibilidades de salir adelante de muchas iniciativas. Anula muchas sinergias que se podrían dar en el seno del antiespecismo. Etcétera.

Todo ello reduce notabilísimamente la capacidad de impacto del antiespecismo. ¿Hasta qué punto? Es muy difícil calcularlo. Pero me temo que en una medida muy alta. El coste para el activismo supuesto por todo esto es mucho más alto de lo que nos podemos imaginar.

Supongamos que trabajas 10 horas al día por el antiespecismo. Imagina que, de la noche a la mañana, pudieses conseguir el mismo resultado de cara a ayudar a los animales no humanos trabajando solamente 6 horas (o, si lo preferís, 8 horas, para hacer un cálculo muy por lo bajo). Las otras horas las podrías dedicar a pasártelo bien, o, mejor aun, a ayudar aun más a los animales (que es lo que creo que harías). Pues bien, no sería de extrañar que la reducción de nuestra efectividad por los motivos indicados llegase a tales niveles (ni incluso que los superase ampliamente). Ese es el precio que pagamos por descargar nuestra ira libremente, por decirles a quienes nos leen o escuchan lo primero que se nos pasa por la cabeza sin autocontrolarnos para no causar desagrado, por no tomarnos el tiempo en decir de un modo distinto las cosas, por no preocuparnos por entender por qué los demás actúan de un determinado modo y de qué manera se podrían plantear cuestionar las suposiciones que asumen. No es un precio nada barato.

¿Qué perspectivas se dibujan?

En mi opinión, por desgracia, estos problemas no se van a resolver. Van a continuar golpeando muy, muy severamente al antiespecismo. No parece que haya perspectivas de que esto mejore. Como mucho, sucederá al revés: muy probablemente, el tema cada vez tenderá a ponerse peor.

No tengo duda alguna de que los enfrentamientos van a continuar, la falta de diplomacia va a continuar, la falta de empatía con otros activistas va a continuar, los debates irrespetuosos van a continuar, las decepciones personales van a continuar… Todo lo descrito arriba va a continuar.

El motivo es obvio. Los activistas no son superhéroes. Muchos de ellos y ellas son héroes y heroínas, en el sentido de que son gente que trabajan de sol a sol, en un contexto muchas veces muy hostil, y en tareas a menudo muy ingratas, sin ninguna recompensa (más allá del saber que están dándolo todo por ayudar a las víctimas del especismo). Son, por ello, realmente admirables. Sin embargo, por desgracia, aunque son héroes y heroínas, no son superhéroes, en el sentido de que no tienen superpoderes. Siguen teniendo, como cualquiera, sus debilidades. Serían realmente superhéroes si, además de hacer todo lo que hacen, pudiesen tener una capacidad de comprensión del punto de vista de todos los y las demás activistas, una capacidad de autocontrol y serenidad ante los conflictos con ellos y ellas, una capacidad de comunicación diplomática, una capacidad de empatizar y generar empatía en los demás, e incluso una capacidad de visualizar la situación general resultante de las distintas combinaciones posibles en el modo de relacionarse unos activistas con otros y otras. Sin embargo, por desgracia, todos somos seres imperfectos. Sí, somos muy imperfectos, y la distribución de estas facultades es escasa.

Todo ello lo pagarán los animales no humanos, claro está, y también las propias y propios activistas.

Ante esto, ¿qué podemos hacer? ¿Hemos de dar la batalla por perdida? Bueno, sería así si las cosas fuesen siempre cuestión de todo o nada. Sin embargo, este no es el caso. Aunque los debates dados entre los activistas son muy a menudo hostiles, podrían ser aun peores, o al menos algo peores, y podrían ser mejores, o al menos algo mejores. Y lo mismo sucede en lo que toca a las relaciones entre activistas. Así que, aunque sea imposible que la situación descrita vaya felizmente a terminar, al menos hay la posibilidad de reducir en la medida de lo posible sus efectos negativos. Esto está en las manos de cada uno de los y las activistas que nos relacionamos con quienes comparten nuestra oposición al especismo. De todos nosotros y nosotras.

Hay quien no tienen ninguna responsabilidad en la presente situación. Hay quien no ha contribuido a que se generen los conflictos que se han dado en el antiespecismo. El resto, sin embargo, somos culpables, en mayor o menor medida, de haber llegado a la situación en la que estamos. Y está en nuestras manos contribuir a que en el futuro la cosa vaya a mejor o a peor. Aunque nos pueda resultar difícil, es necesario intentar que no suceda esto último. Yo personalmente lamento lo que he contribuido por mi parte a la situación que he descrito. Desgraciadamente, no se puede volver el tiempo atrás. Y muchos problemas a los que nos enfrentamos hoy son el resultado de nuestros errores anteriores. Sin embargo, podemos intentar frenar esta dinámica desde el momento presente, para limitar o reducir sus efectos en el futuro.

¿En qué se refleja esto en la práctica? Pues en cosas de lo más sencillo. No es nada extraordinario. Se plasma, por ejemplo, en que, a la hora de escribir un email, un comentario, una entrada de blog, un artículo, un libro, a la de participar en una conferencia, o en una conversación… intentemos tomarnos el tiempo de poner el freno a lo primero que nos apetezca decir, y nos molestemos en intentar expresarlo de otro modo, del modo en el que nos gustaría que nos lo dijesen a nosotras o nosotros. En que intentemos, al elaborar nuestro mensaje, no sólo entender qué es lo que queremos decir, sino también qué es lo que quienes nos escuchan tienen en su cabeza, por qué piensan lo que piensan. Se podría reflejar también en otras cosas, pero he querido plantear aquí únicamente una propuesta de mínimos. Hacer todo esto cuesta algo, es cierto, pero tampoco tanto, considerando lo que puede estar en juego.

Concluyo diciendo que, por todo esto, creo que sería muy bueno sumar otro frente más a aquellos que se libran dentro del antiespecismo. Con esto me refiero a lo siguiente. Entre la gente antiespecista se defienden ciertas causas. Se debaten ciertas posturas éticas frente a otras, ciertas estrategias frente a otras, ciertas tácticas frente a otras. Me gustaría proponer que se añada a las causas que ya existen otra más: la defensa de una comunicación amable entre los y las activistas antiespecistas. Como ya he dicho, es una lucha que creo que nunca vamos a lograr que se gane por completo. Pero al menos puede que logremos algunas victorias puntuales. Y eso es algo que puede que marque la diferencia para muchos animales.

17 comentarios sobre “El precio de la hostilidad en los debates en el antiespecismo

  1. Este texto es un gran aporte para todos los activistas. En México han habido roces sensibles entre activistas de diferentes organizaciones, pero creo que poco a poco han ido mejorando las cosas, gracias precisamente a la aplicación de una comunicación amable.

    Muchas gracias Óscar por tus grandes aportes a la causa. Me permitiré colgar este texto en mi perfil de facebook.

    Un abrazo!!

  2. Hola Oscar.

    Me gustaría añadir una opción que me resulta interesante. Personalmente es una de las bases de muchos debates en los que yo participo, y como no la he acabado de ver reflejada la puntualizo por si pudiese aportar algo más al texto.

    Las estrategias, las líneas, y las causas se entrelazan muchas veces y confunden, lían, lastran y dificultan.
    Por supuesto, no está demostrado que sea así, pero es algo que todos podemos aceptar en un momento dado.

    Muchas veces alguien dice algo y realmente no te enfrentas a ese alguien, si no a la postura que defiende. El individuo en concreto te puede ser indiferente porque, seamos sinceros, muchas veces sabes de qué pie cojea un individuo.
    Por ejemplo, no es necesario ser amable con un taurino en un debate porque no vas a convencer al taurino. Y, al atacar de forma «amable» pero duramente atacas a la estrategia o idea que este esgrime.

    En internet, los debate sson públicos. A veces es ese público el que te interesa.
    Sinceramente, debatir con alguien que llega al anti-especismo por otra causa y las mezcla, dificilmente va a ceder en su idea. Porque eso no es una cuestión de estrategia, si no de abandono de ideales concretos.

    En tal caso, lo que a veces sucede es que hay gente que se auto-etiqueta con mucha soltura y sus aportaciones pueden resultar negativas para el movimiento.
    En tal caso ¿es suficientemente rentable mostrar esa amabilidad?
    En mi visión particular, a veces lo ha sido y otras tantas no.

    Lo que sí es cierto es que un tono adecuado (no necesariamente amable) es más incendiario para el lector. Transmite la idea más directamente y a veces con más fuerza.
    La convicción del orador es muchas veces vista como fortaleza del argumento (así de débiles somos todos).

    Quería puntualizar esto porque estoy de acuerdo en el texto pero creo que esta perspectiva no queda del todo resuelta.

    Un saludo

  3. Estimado Óscar,

    estaba claro que debías ser tú quien escribiría algo así sobre este tema. Siempre he visto que te expresas muy respetuosamente con todo el mundo. Es notorio que predicas con el ejemplo de tu conducta y no sólo con lo que has expresado en esta nota, bastante acertada en muchos aspectos.

    De todos modos, creo que no estoy de acuerdo en algunos puntos que comentas. Me centraré solamente en dos, que se extienden de hecho a todo lo que escribes en general.

    En principio, no estoy de acuerdo con la habitual y radical distinción que haces entre moral y estrategia. Esa distinción me parece en sí misma inmoral. Si somos agentes morales no puede haber ningún ámbito de nuestra vida que no sea moral, por tanto, nuestras estrategias estarán condicionadas por nuestra moral, y la forma en que nos relacionemos y nos hablemos tiene que ver directamente con la moral que adoptemos. Si yo no debo expresarme violentamente contra otros será ante todo por una cuestión moral: el rechazo de la violencia. La rechazo porque es una violación de los intereses de otros individuos que no debo cometer. Resumiendo: está mal. Sí estoy de acuerdo en enfocar el tema desde el plano de la igualdad: no hacer a otros lo que no querrías que te hicieran a ti.

    Lo segundo creo que ya lo he comentado alguna vez, pero me gustaría hablar algo sobre el tema del «antiespecismo». Porque no tengo nada claro que exista dicho movimiento antiespecista del que hablas, siquiera un ámbito que se pueda calificar como tal. Y en caso de que así fuera yo no me considero parte de él. Aunque algunos me quieran incluir a la fuerza. Sencillamente porque el antiespecismo, como tú has escrito en alguna ocasión, aceptaría diferentes planteamientos morales. Yo me opongo al especismo, como a cualquier discriminación injusta que viola el principio de igualdad. Pero también me opongo, no menos enérgicamente, al utilitarismo y al contractualismo. No puedo aceptar planteamientos morales frontalmente opuestos al mío.

    Si por «antiespecismo» te refieres a la cuestión de la consideración moral de los nohumanos entonces tampoco existe dicho movimiento. No me considero parte en modo alguno de quienes quieren aplicar la consideración moral de los nohumanos haciendo sus asesinatos supuestamente menos dolorosos. Esto es algo propio de reformistas, colaboracionistas y utilitaristas en general. (Creo que lo de reformistas no ofenderá mucho. Lo de colaboracionistas seguramente sí ofenderá mucho, pero si alguien negocia, con las empresas explotadoras de animales, métodos de asesinato más eficientes y económicos para la empresa entonces es un colaboracionista con todas las letras, y así debe ser calificado. Lo de utilitaristas no ofenderá a nadie porque ni siquiera casi nadie sabe lo que significa, ni siquiera la mayoría de los que lo son). Bueno, supongo que esto último es un ejemplo de lo que no se debería escribir en un debate que se desee cordial, ¿no?

    Debo añadir que lo que yo defiendo es la ética de los Derechos Animales. Y este es el único movimiento del que me siento parte. La gran mayoría no tiene ni siquiera idea de lo que significa esto y explicarlo aquí sería inapropiadamente extenso. Pero resumiendo mucho significa que todos los animales, en tanto que seres con capacidad para sentir, deben ser moralmente considerados en un plano de igualdad radical y que sus intereses deben ser respetados de una manera no-consecuencialista, es decir, que deben ser protegidos independientemente de que beneficie o perjudique a otros (este es el motivo por el que la experimentación con nohumanos es absolutamente inmoral, sin importar absolutamente que beneficie a nadie, porque es una violación de derechos).

    Para no extenderme más sólo quiero terminar diciendo que me parece una nota muy acertada pero creo que un tanto incompleta y con un enfoque no del todo correcto por los motivos que he aducido. Yo creo que el precio que se paga por la inmoralidad es mucho mayor que por las formas inapropiadas que se puedan tener a veces. Y con esto me refiero a cuando en debates se usa la mentira para tratar de justificar cierta postura aun cuando se tenga noción de que lo que se dice es falso. Y es que, como dije antes, me parece que la verdadera cuestión de fondo no es estratégica, sino moral.

  4. Hola Oscar, muy bonita y acertada entrada.

    Creo que uno de los principales problemas es el que apunta Luis, hay un sector del movimiento que no considera que exista dicho movimiento o que no se considera parte del mismo. Y personas que consideran que otras personas que, de una forma u otra, hacen algo por los demás animales, están incluso siendo contraproducentes y causando daño a éstos. Aunque esto no tendría porque invalidar nada de lo que escribes, en la práctica sí creo que es un hecho que influye desfavorablemente.

    De cualquier modo, en mi opinión el problema más importante son los egos humanos. Creo y sostengo que la causa última de que se pierda un muy elevado porcentaje de efectividad es que muchas cosas las hacemos no por los animales, sino por demostrar algo a nivel personal – por supuesto sin ser consciente de ello las más de las veces. Y por eso defiendo que cualquier persona que haga activismo debería hacer un trabajo interior en este sentido. Porque no puedes cambiar el mundo cuando dentro de tí se reproducen los mismos errores que quieres corregir fuera, y no estoy hablando de hacerse vegana o vegano, lo cual es imprescindible pero en absoluto suficiente.

    Creo que tú ya estás haciendo ese trabajo, te conozco desde hace años y noto diferencias favorables en tu forma de trabajar, y también las noto en otras personas. Afortunadamente muchas veces los años aportan bastante luz al respecto. Y para no tener que esperar tanto, sería útil la realización de talleres para nuevos activistas en los que se abordasen estas cuestiones. No sería en ningún caso una pérdida de tiempo desde el momento en que por aquí se nos cuelan, en mi opinión, la mayoría de las pérdidas de eficiencia.

    Un saludo

  5. Hola a todos. Felicidades, Óscar, por la entrada.

    Luis, creo que has expuesto bien la ética de derechos animales, entendiendo esta de manera deontologista (aunque yo no soy deontologista). No obstante, hay unas cuestiones que en varias ocasiones he planteado a deontologistas, sin haber recibido respuesta. Quizá tú puedas responderme.

    1. El activismo provoca la muerte de animales, debido a los viajes, el uso de folletos, el uso de electricidad, la publicación y compra de libros… Al provocar la muerte de estos animales, no se están respetando sus intereses, y todo ello viene motivado por un intento de beneficiar a los animales. ¿Cómo es posible entonces defender a los animales siendo deontologista y antiespecista?

    2. La agricultura supone la muerte de animales, debido al uso de pesticidas. El mero hecho de remover la tierra supone la muerte de lombrices. La vulneración de los intereses de los animales se produce tanto si estos son explotados en granjas como si mueren a causa de pesticidas en campos de cultivo.
    Si tenemos esto en cuenta, ¿cómo es posible ser deontologista y antiespecista sin morir de hambre?

    3. Los deontologistas que conozco consideran ético intervenir cuando los intereses de un humano están siendo vulnerados por otro humano o por un animal no humano, para impedir esa vulneración de intereses, y no ven incompatibilidad alguna entre esta defensa de la fuerza y su deontologismo. Ya que rechazas el especismo y defiendes el deontologismo, ¿ves ético intervenir cuando los intereses de un animal no humano están siendo vulnerados por otro animal no humano? Si no lo ves ético, ¿por qué no?

    Un saludo.
    Un saludo.

  6. En general el planteamiento de Luis me parece un planteamiento teórico.
    Esto es particularmente sencillo cuando eres parte del problema desde el bando opresor. Es fácil y factible basarse en la moral coherente y no en las estrategias.

    Pero es que eso es una perspectiva que valora la injusticia. Esa perspectiva es conceptual, con una batalla conceptual y que busca unos resultados (si se puede afirmar que busca resultados) conceptuales.

    En la realidad, la historia, el mundo en que vivimos, es un mundo donde todo no-humano que “se pone a tiro” está siendo explotado, maltratado, apresado o asesinado.
    Alguien que ve este problema se planteará que dichos individuos viven oprimidos y que el objetivo es que dejen de estar en esa situación.

    Fuera de eso, la búsqueda de un mundo igualitario de ideales conceptuales, alejados de la realidad lo único que provoca es confusión en un movimiento que busca acabar con esa situación y que tiene una urgencia absoluta, aún cuando dicha urgencia no pueda ser satisfecha por la gravedad y extensión del problema.

    Que venga alguien a dar lecciones de moral y a corregir las estrategias (práctico) en base a la norma moral…
    Los animales no-humanos perecen y sufren ahora mismo y en los momentos que seguirán. Sinceramente, el activismo que no nace de la empatía y de la urgencia, de la necesidad por cambiar sus vidas, de la extrapolación de sus vivencias a las nuestras para entender lo que están pasando no vale más que para construir un mundo que encaje con nuestra particular forma de entender la realidad.

    Una perspectiva que parte de nuestro ideal de justicia (estética disfrazada de ética) para intentar extenderse a todo lo que nos rodea es una perspectiva egoísta.

    Por el contrario, una perspectiva que parte de cómo se sienten otros para intentar evitar su sufrimiento, independientemente de nuestra consideración de un ideal, es una pespectiva no egoista.

    La empatía es sentimiento. A falta de empatía es o bien racionalización del estado ajeno (ya se sabe que lo racional no implica decisión ni iniciativa) o bien búsqueda de un ideal de justicia.

    En ambos casos, ese individuo no lucha por el estado de los demás animales. Es el problema de cuando se está en una situación cómoda y relajada, donde nuestra integridad no se va a ver afectada por las consecuencias de nuestras acciones.

    Esa perspectiva puede ser muy académica, muy intelectual y muy estudiada y aceptada como una posibilidad coherente. Y es viable cuando todos parten de un estado similar, o al menos aceptable, y en base a como funcione su sistema de normas se darán unas circunstancias u otras.
    Pero en la situación de urgencia en que una parte implicada está realmente menospreciada, sometida y oprimida, donde su integridad se daña continuamente, andarse con ideales de este tipo que no valoran las consecuencias ante la jodida realidad de sus vidas, es un criterio de, si se me permite, mierda (esto tampoco creo que guste mucho  )

    Lo que necesitan los no-humanos no son derechos. Lo que necesitan son las consecuencias de esos derechos. Lo que necesitan es vivir y hacerlo en libertad. No tener las vidas que ahora tienen. Los derechos animales no son más que una herramienta conceptual.

    Menos lecciones de moral y más vidas a salvo. Que mueren continuamente y necesitan resultados, no normas. Las normas como medio, la búsqueda de un fin como objetivo. Esa es la situación real.

    El respeto del “oponente” en un debate, que era el tema, depende.

    Un saludo

    1. Bion, comparto tu pensamiento…..ante la grave y apremiante situación que sufren los animales sin voz…la respuesta tiene que ser firme y urgente….sólo así se reflejará la realidad de la atrocidad y el sufrimiento causado

  7. Gracias por los comentarios. En línea con lo que dice el texto, lo óptimo es que fuesen todos de buen rollo.

    A continuación hago algunos apuntes acerca de cosas que habéis planteado.

    Con respecto a lo que dice Bión, puedo aceptar que en ciertos casos un tono no amable puede ser de utilidad, pero creo que ese no es el caso si (1) lo que buscamos es convencer a aquellos/as a quienes nos dirigimos y (2) si estamos debatiendo entre gente que comparte nuestros objetivos acerca del modo mejor para conseguir estos.

    Con respecto a lo que apunta Luis, estoy de acuerdo, por supuesto, en que mentir en un debate para defender una cierta postura es igualmente terrible, de hecho, es probablemente peor que ser agresivo. Y no solamente mentir, distorsionar los argumentos también lo es.

    Con respecto a la distinción entre moral y estrategia, creo que efectivamente hay casos donde se da que lo inmoral es también lo peor desde un punto de vista estratégico. Precisamente creo que la conducta agresiva al debatir con otros/as activistas es un ejemplo de ello. En esta entrada, de hecho, he presentado razones tanto morales como estratégicas para rechazar esta. Pero, con todo, creo importante diferenciar ambas razones. El hecho de que un modo de argumentar sea menos convincente no lo vuelve inmoral. Pero el hecho de que dañe a quienes nos escuchan, sí que puede hacerlo. Y, por otra parte, hay casos en los que podemos plantear consideraciones de tipo estratégico sobre una cierta acción o vía de acción sin que haya razones morales implicadas. Consideremos el siguiente ejemplo. Supongamos que debatimos sobre si es positivo o no hacer campañas centradas en combatir un uso particular de los animales no humanos o si, por el contrario, sólo hemos de hacer campañas que cuestionen todos los usos de los animales no humanos de forma conjunta. Veo claro que ambas vías de acción son perfectamente aceptables desde un punto de vista moral. Pero tiene sentido debatir acerca de cuál de estos caminos nos lleva antes al objetivo buscado. Creo que muchos otros casos de debates acerca de cómo debemos actuar son semejantes a este. Por ejemplo, no veo inmoral que se consiga que los animales que van a morir asesinados para su consumo no sean despellejados antes de su muerte. Pero considero que no es una buena estrategia hacer campañas para cambiar esto en lugar de difundir el abandono del uso de animales no humanos.

    Acerca de lo que indica Dhyan, la realización de talleres es algo muy positivo. Me parece una buena idea que ya en ocasiones se lleva a cabo, pero que habría que poner en práctica con mayor empeño.

    Saludos a todo el mundo y gracias de nuevo!

  8. EL PROBLEMA ESTA EN QUE NO SABEMOS COMUNICARNOS .HABLANDO YA ES DIFÍCIL ,,,PERO AQUÍ NO TOMAMOS EL TIEMPO SUFICIENTE ,Y QUIZÁS ,,NO COMPRENDEMOS LO QUE LAS PALABRAS NOS QUIEREN DECIR ,VAMOS CIEGOS A DEFENDER NUESTRA POSTURA ,A ATACAR ,ASI CERRAMOS FILAS Y NO HAY MANERA …..NO ARGUMENTAMOS BIEN .Y ASI NO SE CONSTRUYE .,SE DESTRUYE …

  9. Si no aunamos fuerzas ante esta dramática situación significa que no estamos realmente concienciados. Ante este holocausto cualquier desavenencia entre los animalistas no sólo debería de minimizarse sino que debería ser vergonzante, todas las energías y esfuerzos deben ir enfocadas a este apremiante objetivo, sólo así conseguiremos resultados positivos. Considero imprescindible desarrolar el discernimiento y la lucidez a trabes de la interiorización de cada uno.

  10. Me encantó leer este artículo.
    Todos los días lamento como muchos activistas son violentos, a mi parecer, basándose principalmente en imágenes gráficas. Te dicen: «¡No abuses!» mostrando una foto de un terrible caso de maltrato animal, de esos que revuelven el estómago. Te dicen: «Tú eres parte de eso» mostrándote una foto de la muerte sanguinaria terrible de un animal típicamente de consumo. Al argumento es -Tú haces eso-
    Yo califico eso como violencia innecesaria hacia aquellos a quienes quieren dar un mensaje, que incluye un componente de paz. Yo, que creo en su causa, los bloqueo y con lo que has expuesto aquí reitero que la forma en la que hacen su ciber activismo, no es le mejor. Ojala lo puedan ver pronto.
    Gracias y saludos desde Guadalajara.

  11. Interesante entrada. Creo también muy importante eso de trabajar la escucha activa, empatía, etc.. entre activistas cuando debaten entre ellos/as mismos/as, o con otras personas ajenas al mov. antiespecista, de ética animal, etc. No sería buena idea plantear talleres de esucha activa, empatía, etc en las propias organizaciones anti-especistas? quizás habría que dejar energía para estos temas, aunque supusiera realizar menos actos al uso? si esto es importante, habría que tomarlo en serio. Como se comenta en el texto, las personas no son super heroínas, así que trabajar la empatía lleva su tiempo, y no se puede aprender de arriba hacia abajo. Otros movimientos han trabajado mucho más la parte digamos «emocional» de las personas que de diferente modo participan en determinado movimiento. Para cambiar esa parte emocional, también habría que revisar como se trabaja en dichos movimientos, todo va estrechamente unido.

  12. Hola Oscar, me ha encantado este post, realmente reflejas una realidad terrible que está sufriendo el activismo antiespecista, creo que no paga tratar de agregar algo a lo que has expresado, pero sí quiero comentar algo que sucede en los confines sureños del planeta, aquí en Argentina las diferencias entre activistas están potenciadas como tal vez no puedas imaginar, aquí los egos y las miserias humanas están frenando el desarrollo de la conciencia de una forma que puede ser muy difícil de entender desde lejanos lugares, aunque en todas partes pasen cosas similares, pero aquí estamos en el país de la carne.
    Si bien estoy en todo de acuerdo con tus apreciaciones sobre el manejo de las estrategias amables para comunicar hacia afuera, noto que adentro las cosas son más complejas y van más alla del buen tratar.
    Daría cualquier cosa por que las cosas cambien y reine la coherencia entre activistas, pero esto viene desde hace tiempo, desde la aparición explosiva que ha generado el veganismo, en ciertos activistas. Para mi el principal escollo que existe hoy en el activismo está fundado justamente en la descontrolada falta de reflexión que ha existido en ciertos ámbitos del veganismo y de algunos referentes, por lo menos aquí.
    Para mi uno de los principales motivos que han generado esta situación ha sido la intención de separar el veganismo del vegetarianismo, ignorando por completo que el primero nació del segundo. Esto le a dado pie a muchos supuestos veganos, para descargar su incomprensión y sus problemas de personalidad, hacia otras variantes del vegetarianismo que consumen derivados de animales. Digo supuestos, porque en la realidad urbana, donde vive la mayoría criticadora, es prácticamente imposible ser vegano totalmente, lo que descalifica totalmente cualquier crítica inapropiada hacia otras variantes del vegetarianismo, pues, como alguien que no ha logrado vivir como predica puede criticar a otro que también está en la misma escalera, solo que en un peldaño diferente? Esto tampoco quiere decir o justificar que alguien que produce todo lo que consume y por ende podría definirse como vegano total, esté calificado para criticar agresivamente a otro activista que no esté en su mismo “nivel”.
    Seguramente “el precio de la hostilidad en los debates en el antiespecismo” es muy alto para los animales, sobre todo por la mala utilización y la pérdida de la energía, pero mucho peor es cuando esto además se hace públicamente.
    Me da la impresión que todo esto que sucede está alentando un cisma.
    Y personalmente creo, además de estar muy preocupado, que producir un cisma en el movimiento vegetariano mundial, como parecería que algunos activistas desean, no es el camino más recomendable para lograr una conversión masiva. Tú que piensas?
    VegAbrazo.

  13. La lucha antiespecista se aisla de otros movimientos sociales y no aprende de ellos. Gran error, pues renuncia a todo ese bagaje. En lo tocante a las relaciones personales, tiene mucho que aprender de las feministas.

Los comentarios están cerrados.